¿Por qué conocemos tan poco de las bondades de los insectos benéficos? ¿Cómo podemos hacer para potenciarlos? Nos preguntamos, entre otros aspectos sobre el tema, de la mano de Ing. Agr. Martín Galli (Responsable técnico de AAPPCE) en el último número de Horizonte A.
Es sabido que los preconceptos que sostienen nuestra visión sobre los insectos son, generalmente, negativos, sintiendo rechazo por estos. Sin embargo, al entrar en contacto con el universo científico, desnaturalizar estas ideas y aprender sobre ellos, los valoramos. Es por esto que, en nuestra época de estudiantes, muchos de nosotros nos hemos encariñado con las vaquitas de San Antonio o con otros “bichos” que comen bichos, esto es, con los que usualmente llamamos insectos benéficos. Ellos forman parte del control biológico, pero ¿qué es el control biológico? De Bach (1964) lo define como “la acción de enemigos naturales (depredadores, parasitoides y patógenos) en el mantenimiento de la densidad de otro organismo a un nivel más bajo del que se produciría en ausencia de ellos”. Claramente, la presencia de estos “bichos que comen otros bichos” en nuestros lotes sería algo muy positivo, ya que disminuirían las poblaciones de plagas con su presencia.
Ahora bien, si son tan buenos y necesarios para disminuir las poblaciones de plagas, ¿por qué conocemos tan poco de sus bondades? ¿Cómo podemos hacer para potenciarlos, que visiten nuestro lote y se queden ahí por mucho tiempo?
Primero, debemos entender que nuestros cultivos no están diseñados para ellos. En general, lo que sembramos no les apetece demasiado, un poco porque nuestro cultivo generalmente es una especie pura, que les ofrece pocos recursos. Otras de las cuestiones que dificultan su establecimiento son el hecho de sembrar cultivos anuales que se cosechan a los pocos meses, los periodos de barbechos (sin cultivos) y también la utilización de muchos insecticidas. Ante esta realidad, por una parte, los insectos benéficos deben colonizar el lote permanentemente ya que no se les ofrece un lugar agradable como refugio; por otra, se sienten agredidos por los insecticidas. En definitiva, nuestro lote esta más diseñado para que se sientan más atraídas las plagas.
El uso de insecticidas en un cultivo anual es el método que se impone desde la aparición de esas herramientas para el control de insectos. El sistema no está en equilibrio por lo que se mencionaba anteriormente: el cultivo está diseñado para las plagas. Por ende, es lógico pensar (por lo menos desde lo teórico) que cuando un insecto detecta nuestro lote encuentre recursos infinitos y pocas barreras naturales que se lo impidan. Por ende, empiezan a crecer en población, hasta que sobrepasan un umbral y es necesario una aplicación de insecticidas.
Lo importante es saber que, si hay plagas, es probable que haya insectos benéficos alimentándose de ellos, por lo que el uso de insecticidas selectivos (que no matan insectos benéficos, o por lo menos no a todos, o mejor dicho no tantos) es importantísimo. Seguramente los insectos benéficos ahora sí se sientan a gusto en nuestro lote y encuentren mucha comida. En resumen, un lote que llega al umbral probablemente tenga no sólo una cantidad interesante de insectos benéficos, sino que a su
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vez estén distribuidos en casi todo el lote (situación ideal para el control de plagas). Si utilizamos insecticidas selectivos, logramos que los insectos benéficos sobrevivan luego del control químico. Esto nos brinda un “plus” muy importante no sólo para mejorar el control que nos da el insecticida (que no siempre es del 100%) sino también ralentizar la llegada al próximo umbral.
Ahora, nos seguimos haciendo preguntas cuando está por finalizar el ciclo del cultivo, ¿es necesario proteger los insectos benéficos? ¿Si el cultivo ya se cosecha, donde van luego de la trilla?
Generalmente, luego de la trilla los insectos benéficos no tienen a dónde ir y se las tienen que rebuscar en los alrededores de nuestros lotes, por lo que, si no tenemos refugios cercanos para ellos, simplemente se irán a otro campo donde encuentren alimento y protección. Entonces, volvamos a repasar lo comentado más arriba: nuestro cultivo no está diseñado para los insectos benéficos y nos queda la sensación de que lo único que podemos hacer en nuestro control de insectos es no agredirlos eligiendo insecticidas selectivos. Sin embargo, hay otra forma, y desde mi punto de vista la más importante, para que no sólo los insectos benéficos visiten, colonicen rápidamente y se queden en nuestro lote (luego de la cosecha), sino para directamente fabricarlos en nuestros lotes. ¿Cómo?,¿Fabricarlos? A continuación, vamos a hablar de qué herramientas necesita nuestra “fábrica” de insectos benéficos.
Si bien parece complejo, ser fabricantes de estos es mucho mas sencillo de lo que creemos, sólo tenemos que levantar un poco la mirada y ver qué pasa a nuestro alrededor. Debemos pensar en qué condiciones los favorecen, qué alimentación les gusta (la clave), si pueden sobrevivir con una alimentación alternativa (ausencia de la plaga) y cómo conseguir refugio para los periodos de barbecho. Y todo esto sin competir con el cultivo, por ende, nuestra fabrica estaría fuera de los límites del lote (¡pero lo mas cercano posible!).
Como primer ejercicio tendríamos que ver dónde está ubicado nuestro campo. Detectar dónde están esas fuentes de insectos benéficos (fábricas), o sea, pensar de dónde están saliendo los insectos benéficos que yo veo o quiero en mi lote. En general las “fuentes” de estos insectos son los bordes de cultivos, los alambrados, los parches de vegetación natural que hay en márgenes de ríos, caminos, etc. Ahí encontramos lo que nos gusta llamar “biodiversidad vegetal funcional”. Esa biodiversidad vegetal le encanta a los benéficos, siendo lo que nuestro cultivo es para las plagas…un manjar. Allí consiguen alimento (orugas, chinches, pulgones, etc.) y también los recursos muy pero muy importantes como lo son el polen y néctar, entre otros. Estos últimos (el polen y el néctar) o mejor dicho tener diversidad de flores, juegan un rol crucial en nuestra fábrica. Muchas especies de insectos benéficos se pueden alimentar de varias especies de plagas y de otras fuentes de alimento. También, hay etapas dentro del ciclo de vida (como las crisopas, las avispas parasitoides y otras más) que no consumen insectos, sino polen y néctar. Tener diversidad vegetal es la llave al control biológico conservativo, al diseño de un paisaje nuevo, a poner a trabajar una fabrica de insectos benéficos en nuestro campo.
Esta diversidad vegetal funcional debería -idealmente- estar compuesta por especies nativas o adaptadas, como por ejemplo las llamadas malezas (también llamadas “espontáneas” para no estigmatizarlas), pero estas en el contexto actual de resistencia a herbicidas, pueden complicar el manejo productivo del lote. Lo ideal es aprender qué recursos ofrece esa diversidad vegetal y reemplazarla por una solución “práctica”. De esa manera, podemos hacer los cimientos de esta fábrica de insectos benéficos con especies vegetales que estén disponibles comercialmente. Podemos conseguir semillas, sembrarlas, elegir dónde y cuándo; y de esa manera vamos diseñando un paisaje (un campo, un lote) mas apetecible para ellos. Si bien falta investigación local, sabemos que los bordes o refugios con vicia, alfalfa, melilotus, tréboles, centeno, cilantro, umbelíferas, en definitiva, especies que den una floración permanente, con diferente tamaño de flores y presas alternativas (otros insectos)se convierten en las acciones más importantes que necesitamos para tener todo el año la presencia de benéficos en nuestro lote.
Lograr diseñar un lote que esté rodeado por estos refugios, probablemente no impida la llegada al umbral de una plaga, o tener que realizar una aplicación de insecticida; lo que está claro es que seguramente aumentarán los insectos benéficos en el lote, se adelantará su colonización. Es decir, será el primer frente de ataque y primer control de plagas en el lote (luego se complementa con una aplicación de insecticida si se llega al umbral). Luego de la trilla ellos se irán al refugio cercano a nuestro lote, para seguir sobreviviendo y reproduciéndose ahí y de esa manera nos aseguramos tener insectos benéficos preparados para atacar todo el tiempo, incluso en ausencia del cultivo.
Imaginarnos estos paisajes conectados en grandes redes de corredores biológicos impactará positivamente en el control de plagas. Por el momento, es importante comenzar por detectar qué sector de nuestro lote o campo podemos destinar a nuestra fábrica de insectos benéficos, o entender que si esa fábrica ya existe, mejorarla, aumentar su diversidad vegetal y por último tener la precaución de que a esos sectores no lleguen insecticidas ni herbicidas.
¡A encender los motores!
¿Cómo transformar un alambrado en una fábrica de insectos benéficos?
Solemos ver como los alambrados están llenos de malezas, muchas de ellas resistentes, que terminan siendo aplicadas con herbicidas para combatirlas, pero el resultado final es más malezas resistentes. Optamos por arar los alambrados para combatirlas y, ¿qué obtenemos?, más de lo mismo. Una alternativa es transformar esos sectores en refugios de biodiversidad funcional para insectos benéficos. Deberíamos sembrar los alambrados con mix de especies vegetales como vicia, alfalfa, melilotus, tréboles, centeno, cilantro, umbelíferas, etc…De esta manera, nos aseguramos no dejarles espacio a las especies que no nos interesan y abrirle las puertas al control biológico de insectos. Seguramente, uno se imagina que tener estos refugios podrán causarnos dolores de cabeza por deriva, complicaciones a la hora de realizar barbechos etc, ¿pero hasta cuándo la logística nos va a seguir marcando la cancha en la protección vegetal? Es hora de parar la pelota, levantar la cabeza, mirar el paisaje y ver dónde está ubicado nuestro mejor futuro, para darle ese pase de calidad que nuestro campo necesita.